Las imágenes de Franco entrando bajo palio en las catedrales y los obispos saludando con el brazo en alto son en blanco y negro. Eso quiere decir para buena parte de la sociedad que eran acontecimientos que sucedían en esa nebulosa época denominada "tiempos de Franco", en la que parece ser que poca gente tiene interés. Los mayores (muchos) porque la recuerdan como una ápoca dura, de hambre física y de ruina moral y los jóvenes, porque no tienen suficiente imaginación para hacerse una idea de algo que no han conocido y que está muy alejado afortunadamente de su realidad cotidiana.
Pero esas imágenes sólo serían anécdotas si no representaran un símbolo de la íntima unión del poder político y del religioso, hasta el punto de que ambos eran uno. Era la época del nacional catolicismo.
El último vuelco electoral ha incremetado, si cabe, las presiones de ese sector de la sociedad que tiene verdadero pánico a la libertad, particularmente a la libertad de los demás. Ahora tienen la seguridad de encontrar en el gobierno una acogida mucho más cálida, como ya se ha demostrado.
Ya conseguida la eliminación de la peligrosísima y adoctrinadora Educación para la Ciudadanía, han puesto sus ojos en otra no menos licenciosa, como la de "Ciencias para el Mundo Contemporáneo". Ignoro qué pueden considerar adoctrinamiento estos sectores tan próximos a la Iglesia, una de las mayores organizaciones adoctrinadoras del mundo.
Cabe recordar que una institución tan poco sospechosa de izquierdismo como el Tribunal Supremo no ha visto trazos de esa peligrosidad y ha sentenciado tanto contra la objeción de conciencia como contra las triquiñuelas del gobierno de ese gran líder y amigo del alma valenciano. Pero al parecer no ha sido suficiente.
Por si fuera poco, las presiones de esos sectores minoritarios pero influyentes (ahora más) vienen acompañadas por las de altos representantes de la institución eclesial. El obispo de Málaga, por ejemplo, tras saludar la desaparición de la nefasta asignatura va directamente al grano: hay que dar más dinero a los colegios concertados y hay que dar más "libertad" a las familias para que "elijan" centro educativo, católico por supuesto y gratis obviamente.
Capítulo aparte merecen las consideraciones por las cuales las familias "eligen" estos centros, que en buena medida distan de ser religiosas, como ellos mismos afirman.
Pequeños detalles como que el alumnado que va a sus centros no es el mismo que acude a los públicos ni que los colegios privados estén situados en los grandes núcleos de población donde por consiguiente son más rentables carecen al parecer de importancia.Oir la palabra "discriminación" en boca de estos personajes me ha hecho acudir rápidamente al diccionario.
Pero el arzobispo de Granada no se ha quedado atrás y en una homilía habla de que querer ser funcionario "es una enfermedad social" y arremete contra la cultura de "pueblo subsidiado" de la sociedad española. Obviamente no se refiere a los funcionarios religiosos ni a los suculentos subsidios obtenidos del Estado más allá del porcentaje voluntario del IRPF.
También los empresarios, para no ser menos, quieren dictar contenidos educativos, no vaya a ser que la imagen que se desprenda de ellos en los libros de texto no sea angelical y que el capitalismo no sea visto como una ideología igualitaria y liberadora.
Quienes han apoyado la victoria de la derecha en las últimas elecciones no han tardado en pasar factura ideológica intentando difuminar nuevamente la frontera entre el poder político y concepciones particulares y minoritarias de la religión.
Y esta es una cuenta que la sociedad española, y particularmente la parte que no es consciente de ello, va a estar pagando durante mucho tiempo. Nos acercamos al neoliberal catolicismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario