lunes, 7 de abril de 2008

Hablar de oídas

Siempre he pensado que la Educación y la Medicina tienen muchas cosas en común. Una de ellas es que son disciplinas tan fáciles que todo el mundo sabe mucho de ellas. No hay mas que comentarle a alguien alguna dolencia para que te obsequie con un completo diagnóstico acompañado de su correspondiente tratamiento farmacológico, dosis incluidas.

En Educación pasa lo mismo y cualquiera, sin la más mínima relación con la docencia, tiene muy claro lo que hay que hacer en el aula. Los profesionales echamos en falta tanta claridad de ideas, que ya nos gustaría, porque el número de las dudas y los interrogantes que nos planteamos excede con mucho al de las respuestas. A lo mejor es que la lejanía aclara las ideas. Lo de los árboles y el bosque, vamos.

El penúltimo, porque seguro que habrá más, en expresar su opinión acerca de los males que aquejan al sistema educativo es Arturo Pérez-Reverte, prolífico escritor y conocido periodista y exreportero de guerra. Y despotricador de por libre en horas de asueto. El caso es que este personaje, cuya única relación conocida con el mundo educativo tras su paso por la Universidad – como alumno – es alguna que otra conferencia que imparta en los centros docentes, ha tomado vela en el entierro de la Orden que desarrolla el programa de calidad de los centros docentes en Andalucía.

Supongo que los responsables de la Consejería de Educación estarán exultantes, porque rara vez el BOJA ha tenido tanta repercusión. Estoy convencido de que se habrán agotado los ejemplares del número en el que apareció la Orden y se irán vendiendo por ahí en Internet a precios exorbitantes. O a lo mejor es que nadie se la ha leído.

El caso es que tras una sarta de exabruptos e insultos varios, que no voy a contestar porque el que se pica será porque come ajos y yo no lo hago, da en incidir sobre la teoría del soborno y el implícito reconocimiento de la "culpa" de los profesores sobre el fracaso escolar si aceptan los incentivos.

Está claro que la imagen de un profesional que realiza su trabajo y, encima, le pagan por ello es poco novelesca. Como la de la minoría que impone sus criterios a la mayoría. Es mucho mejor la de los pobres maestros que defienden su dignidad mancillada cual el Cid tras la afrenta de Corpes. O la de resistentes numantinos defendiéndose de la invasión de la inmisericorde administración. O como nuevos habitantes de Madrid levantándose contra la modernidad y muriendo por la vuelta del absolutismo. Lástima que éstas últimas no se ajusten a la verdad, pero ¡son tan bonitas!

Es cierto que en los últimos años se han sepultado los centros educativos bajo un manto de palabrería psicopedagógica que más que para resolver problemas ha servido para desenfocarlos. Pero lo que es innegable es que el sistema educativo tenía que cambiar, porque ahora es, con todas sus carencias, contradicciones y defectos, lo que antes no era: UNIVERSAL. Y más que tiene que cambiar todavía.

Desde mi humilde blog me permito recomendarle al señor Pérez Reverte o bien que cambie de amistades, o mejor, que haga nuevos amigos. Esto, además de suponerle una experiencia gratificante le servirá para tener una perspectiva más amplia que seguro enriquecerá sus artículos.

Mientras tanto lo mejor es que siga escribiendo entretenidas novelas sobre el siglo XVII y el XIX, porque, salvo leves destellos, la Historia del siglo XX español está bajo una enorme losa gris, una de cuyas manifestaciones, la escuela autoritaria, parece que echa tanto de menos.

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