jueves, 29 de marzo de 2012

La huelga del 29 de marzo no es una huelga con razón sino con razones

La llamada crisis económica no sólo afecta ya a las capas más desfavorecidas de la sociedad sino que alcanza con rudeza a la clase media por la vía de la reducción de salarios, el alto endeudamiento o, peor todavía, el desempleo asociado al endeudamiento, con el resultado de un riesgo acentuado de proletarización.

Mientras tanto los sectores especulativo-financieros se aprovechan de la situación ya que obtienen pingües beneficios por el procedimiento de provocar situaciones de inestabilidad alertando de riesgos reales o hipotéticos que son seguidas de incrementos de los intereses que deben pagar los países para obtener financiación con el consiguiente aumento de los beneficios para las entidades financieras, en una espiral acelerada de profecías autocumplidas.

Simultáneamente, el sector bancario se beneficia impúdicamente de ayudas públicas tanto de los endeudados estados como del Banco Central Europeo en forma de créditos al 1 % que no tienen el más mínimo efecto sobre la economía. En su lugar esos mismos créditos se podían ofrecer a los países que están pagando a la misma blanca intereses del 5, 6 o 7 %.

A estas alturas de la crisis es evidente que las políticas puestas en marcha para su resolución por los gobiernos europeos, conservadores en su mayoría, no recaen sobre los sectores especulativos que contribuyeron activamente a generarla sino sobre aquellos que no se beneficiaron de la época espansivo-especulativa anterior, como funcionarios y pensionistas, y en general sobre todos los asalariados.

Dichas políticas se basan exclusivamente en la contracción del gasto público y el empeoramiento de las condiciones laborales de los asalariados que, lejos de producir riqueza, provocan el empobrecimiento generalizado y la disminución progresiva de la actividad económica que a su vez provoca más pobreza.

En el caso concreto español, la resolución de la crisis se confía en unas “reformas” de ideología neoliberal que se traducen en un endurecimiento de las condiciones laborales que no puede resolver la presunta falta de competitividad de la economía española salvo que se pretenda que los derechos de los trabajadores caigan a niveles de países emergentes.

La competitividad no sólo depende de los costes laborales sino también de la organización del trabajo, de la formación de trabajadores y empresarios y sobre todo, de la inversión tanto en equipamiento como en I+D+i, de la que nadie parece querer acordarse.

En este contexto, los servicios públicos básicos como salud y educación se encuentran en grave riesgo precisamente cuando es más necesario su mantenimiento. En particular la Educación pública, cuando se ha comprobado que es la única solución para el progreso social, está puesta en cuestión.

Mientras que el gobierno conservador carece de un proyecto educativo que llegue más allá de favorecer a la enseñanza privada, hace grandes aspavientos acerca del fracaso escolar y el abandono prematuro y prepara recortes presupuestarios que indudablemente van a limitar los recursos para afrontar dichos problemas.

El previsible aumento de la ratio y el endurecimiento de las condiciones para la titulación que esconde el llamamiento a la “cultura del esfuerzo” sólo presagia que se incremente aún más el fracaso escolar, al tiempo que se dificulte la recuperación para la formación de los 300.000 jóvenes que abandonaron prematuramente las aulas en la etapa de engañosa bonanza económica.

La crisis económica no cesará, independientemente de todos los recortes sociales que se realicen, hasta que los sectores que en la actualidad se están beneficiando de la misma dejen de hacerlo por la vía de la regulación de los mercados financieros o porque consideren que su margen de beneficios disminuye porque el empobrecimiento de las sociedades europeas ha tocado fondo o porque aparezca otro negocio más lucrativo. En todo caso ya se habrá producido el desmantelamiento del estado del bienestar y será muy difícil volver a los niveles de calidad y cobertura anteriores.

Por todo esto, esta huelga no es una huelga con razón sino con razones.

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