domingo, 25 de mayo de 2008

La huelga insólita


El derecho a la huelga es un derecho constitucional. Nadie lo pone en duda. La palabra huelga trae imágenes de obreros y campesinos en lucha por la jornada de ocho horas, por el descanso semanal. Los mineros de Iquique o los de Riotinto el "año de los tiros".
La semana pasada tuvo lugar otra huelga, pero esta fue de otro carácter. Una huelga contra algo que no es obligatorio ni nadie ha dicho que lo sea. Una huelga en la que algunos de los convocantes (léase los interinos) están en contra porque no pueden participar en aquello contra lo que protestan. O sea, que no están en contra. Y el detonante es la mal llamada orden de incentivos.
No sé si ha habido muchos participantes o pocos, porque en esto nunca se sabe. Pero por pocos que hayan sido son demasiados si consideramos que atacan no tanto a la Administración educativa como a sus propios compañeros que no participan de sus creencias. Y digo creencias y no opiniones, porque se basan en la fe y no en ninguna argumentación racional, que se sepa, sino en tergiversaciones, exageraciones, medias verdades y manipulaciones varias.
Pero como todos somos mayorcitos y se supone que tenemos alguna formación no hay que acusar a nadie en concreto de esas manipulaciones. Llegado el momento nadie es manipulado si no se deja manipular, y parece que hay miembros del colectivo del profesorado, no sé si muchos o pocos, que están ansiosos por dejarse manipular.
Y la mentira comienza cuando se contabilizan como contrarios a la norma todos los profesores de los centros donde la misma no ha sido aprobada, con independencia de que esta no haya salido adelante a pesar de ser mayoritaria la opinión favorable, aunque no haya llegado a los dos tercios.
Y la mentira continúa cuando el día anterior a la convocatoria se había aireado, y la prensa se ha hecho eco sin el más mínimo contraste, que la huelga iba a afectar a más de "1 millón de alumnos", cuando se ha comprobado a la hora de la verdad que eran la mitad de la mitad de la mitad.
Esto se llama mentira y manipulación y está radicalmente en contra del rigor intelectual del que alardean algunos sectores del profesorado. Rigor intelectual y profesionalidad que me permito poner en duda, visto lo visto. Y es que la solidez argumentativa e intelectual no basta con afirmarla, sino que hay que demostrarla.
Y es que una huelga se puede comprender si es contra una imposición injusta o por lo menos que alguien considere que lo es, pero nunca contra algo que es opcional. En este caso no es una huelga, es un despropósito.
Es un error pensar que todas las huelgas son necesariamente justas y progresistas. No hay más que acordarse de la huelga de camioneros en Chile, que propició entre otras acciones el golpe de Estado contra Allende. Y no hay más que ver que los medios que alientan esta protesta son los de la derecha y los de la extrema derecha.
Dime con quién andas…

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