Como no podría ser de otra manera, se están profiriendo numerosas críticas al plan estrella en Educación durante esta legislatura, el Plan Escuela TIC 2.0.
Por lo general se trata de poner reparos al coste económico de la medida y si esta inversión sería más eficiente en otros aspectos, por ejemplo en el de personal. Incluso en este caso se ha cuantificado a cuántos profesores equivaldría el presupuesto destinado a la compra de los equipos, olvidando, eso sí, el pequeño detalle de que los profesores cobran todos los meses de todos los años.
En el fondo, las críticas traslucen la idea de que los ordenadores en el aula no dejan de ser bonitos aunque caros juguetes, y por tanto, prescindibles.
No es el momento de ponerse a explicar la penetración de la informática en nuestras vidas, porque quien no esté convencido a estas alturas no va a convencerse nunca. Lo que sí es cierto es que las críticas provienen por lo general de sectores acomodados, en todos los sentidos de la palabra, y en cuyos hogares seguro que existe por lo menos un ordenador.
Pero esta medida cobra su pleno sentido, precisamente, en las familias en cuyos hogares no ha entrado nunca un ordenador.
La última crítica vertida viene nada menos que a decir que los ordenadores que se proporcionan al alumnado están “vacíos”. Esto no es del todo cierto, por lo menos en Andalucía.
Pero aunque así fuera, una rápida búsqueda en español en Google arroja los siguientes resultados: “Aplicaciones didácticas”, 850.000; “Aplicaciones didácticas gratuitas”, 378.000; “Software educativo”, 3.510.000 y “Software educativo gratuito”, 489.000.
Las cifras son lo suficientemente apabullantes para que no se necesario hacer ningún comentario. Si están “vacíos” no creo que cueste mucho trabajo “llenarlos”. Es mas, si los discos duros estuvieran repletos de aplicaciones educativas, también llegaría la crítica de que no se deja ningún espacio para la autonomía del profesorado. O de que sólo funcionan en el sistema operativo hegemónico. O que dejan de lado ese mismo sistema operativo.
Además, las nuevas tendencias informáticas conocidas como “2.0”, señalan que cada vez es menos necesario tener instalada en el disco duro una determinada aplicación, y que es mejor ejecutarla directamente desde “la nube”. Lo que nos interesa no es “poseer” una determinada aplicación, sino poder usarla.
En lo que sí podemos estar de acuerdo es que la introducción del ordenador en el aula requiere un cambio profundo que no es informático. Supone una revolución en el modo de dar clase. Y eso es precisamente lo difícil.
Educación entrega portátiles 'vacíos' a 400.000 alumnos
Por lo general se trata de poner reparos al coste económico de la medida y si esta inversión sería más eficiente en otros aspectos, por ejemplo en el de personal. Incluso en este caso se ha cuantificado a cuántos profesores equivaldría el presupuesto destinado a la compra de los equipos, olvidando, eso sí, el pequeño detalle de que los profesores cobran todos los meses de todos los años.
En el fondo, las críticas traslucen la idea de que los ordenadores en el aula no dejan de ser bonitos aunque caros juguetes, y por tanto, prescindibles.
No es el momento de ponerse a explicar la penetración de la informática en nuestras vidas, porque quien no esté convencido a estas alturas no va a convencerse nunca. Lo que sí es cierto es que las críticas provienen por lo general de sectores acomodados, en todos los sentidos de la palabra, y en cuyos hogares seguro que existe por lo menos un ordenador.
Pero esta medida cobra su pleno sentido, precisamente, en las familias en cuyos hogares no ha entrado nunca un ordenador.
La última crítica vertida viene nada menos que a decir que los ordenadores que se proporcionan al alumnado están “vacíos”. Esto no es del todo cierto, por lo menos en Andalucía.
Pero aunque así fuera, una rápida búsqueda en español en Google arroja los siguientes resultados: “Aplicaciones didácticas”, 850.000; “Aplicaciones didácticas gratuitas”, 378.000; “Software educativo”, 3.510.000 y “Software educativo gratuito”, 489.000.
Las cifras son lo suficientemente apabullantes para que no se necesario hacer ningún comentario. Si están “vacíos” no creo que cueste mucho trabajo “llenarlos”. Es mas, si los discos duros estuvieran repletos de aplicaciones educativas, también llegaría la crítica de que no se deja ningún espacio para la autonomía del profesorado. O de que sólo funcionan en el sistema operativo hegemónico. O que dejan de lado ese mismo sistema operativo.
Además, las nuevas tendencias informáticas conocidas como “2.0”, señalan que cada vez es menos necesario tener instalada en el disco duro una determinada aplicación, y que es mejor ejecutarla directamente desde “la nube”. Lo que nos interesa no es “poseer” una determinada aplicación, sino poder usarla.
En lo que sí podemos estar de acuerdo es que la introducción del ordenador en el aula requiere un cambio profundo que no es informático. Supone una revolución en el modo de dar clase. Y eso es precisamente lo difícil.
Educación entrega portátiles 'vacíos' a 400.000 alumnos
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